Rosa Elena Tránsito
Amaguaña nació en la hacienda Pisambillo cercana a Cayambe,
provincia de Imbabura, en 1911, cuando los guasipungueros recibían como paga un
quintal de papas al año y eran considerados poco menos que animales, fue una activista indigenista ecuatoriana y
una de las referentes del feminismo en
su país de principios del siglo XX.
Tránsito acudió a una escuela rural en donde aprendió a leer y escribir.
Trabajó sus primeros años como doméstica, cargando leña y llevando almuerzos a
los mayordomos de la hacienda.
En 1931 participó en el primer levantamiento
indígena en la hacienda Pisambillo con Juan Algamucho, Florencio Cacuamba,
Segundo Lechón, Víctor Carfan, Ignacio María Alba y Mercedes Cachipuenga.
En
1936, los indígenas lograron que el Código de trabajo, al igual que la Ley de
comunas de 1937, una serie de normas para reglamentar el trabajo agrícola, las
relaciones entre peones y patrones y la defensa de las tierras comunales. Este
logro permitió que se prestara más atención a la causa indígena y a sus
organizaciones.
En
1944, el movimiento indígena respaldó a José María Velasco Ibarra,
quien, ya en la presidencia, reconoció oficialmente las organizaciones
indígenas campesinas, como la Federación de Indígenas del Ecuador.
Por iniciativa propia y sin apoyo del gobierno, en 1945 inicio las escuelas campesinas, fundando,
en el area de Cayambe,
cuatro escuelas bilinges (quichua-español).
En los años 1950
impulsó la fundación de escuelas bilingües, en español y quechua.
Vinculada al Partido
Comunista, luchando por implantar un sistema cooperativista en
el campo.
En
1954, Tránsito Amaguaña apoyó la organización de los campesinos de la costa,
que fundaron la Federación Ecuatoriana de Trabajadores Agrícolas del Litoral.
Su
capacidad de liderazgo la llevó en 1962 a representar a los indígenas del
Ecuador en la Unión Soviética y en Cuba. A su regreso fue arrestada bajo la
acusación de haber traído armas soviéticas y dinero. Después de ser liberada,
fue llevada al Ministerio de Gobierno para firmar un documento en el que se
comprometía a abandonar su activismo; ella rechazó la proposición y continuó
consagrando todas sus fuerzas a hacer realidad las reivindicaciones de los
indígenas.
Desde el 63 ayudó con la Reforma Agraria en
el resto del Ecuador y su figura fue ampliamente conocida, no solo por su
dirigencia pasada sino también por sus trabajos en pro de una Patria, sin
distinción de clases, razas o religión.
La Municipalidad de Quito le otorgó la
condecoración Manuela Espejo por sus años de labor como líder. En 1988, el
gobierno le concedió una pensión, con la que se retiró a Pesillo a sembrar sus
tierras.
Ella fue la dirigente de 26 movilizaciones a
Quito por la reivindicacion de los derechos para los indigenas y una de las
fundadoras, en 1994, de la Federacion Ecuatoriana de Indios, entre otras
organizaciones para que los campesinos fueran valorados como seres humanos y ya
no como simples entes destinados al trabajo.
En l996 la Conaie la candidatizó para el
premio internacional Bob Pierce y obtuvo el tercer puesto en el mundo, como
reconocimiento a su lucha por el desarrollo del pueblo indígena.
Ganadora
del Premio Manuela Espejo de Quito en 1997 y del Premio Nacional de Cultura
Eugenio Espejo en 2003, su vida constituye un testimonio ejemplar de la labor
de los movimientos indígenas campesinos en el Ecuador.
Entre las causas de su lucha se cuentan los
constantes enfrentamientos que tuvo con la oligarquía agraria.
También luchó por la recuperación de las tierras, por la educación
intercultural bilingüe, por recuperar la dignidad y rebeldía del movimiento
indígena. Amaguaña, fue varias veces encarcelada por los gobiernos acusada
de guerrillera, solo por reclamar los derechos para sus comunidades.
¡Somos indios, carajo! ¡Somos indias que no
tenemos qué dar de comer a nuestros guaguas!… No somos animales de carga, somos
mujeres y hombres… No nos queda nada, sólo tierra en las uñas… ¡Tierra de las
chacras que nos han robado!
“Me afilié al partido Comunista por pobreza,
por maltrato, porque había que cambiar las cosas. Yo era cabecilla…. Yo era
viva, movilizaba a la gente… hablando les hacía ver que éramos una lástima.
Después de tanto luchar, tanto lidiar, hice llorar al mismo Gobierno…”
“Yo he viajado, he caminado por todos los
lugares, pero jamás he negociado con la sangre de mis hermanos”.